domingo, 12 de julio de 2009

MARIPOSAS

"Justo cuando la oruga pensó que el mundo se terminaba, se convirtió en mariposa"...
Amo las mariposas porque representan el mayor símbolo de fragilidad y belleza que pueda existir, además de que su proceso de metamorfosis siempre me ha parecido toda una lección de vida llena de magia y grandeza, y la más hermosa de las metáforas que la naturaleza brinda al ser humano y que no dejo de comparar con mi propia situación, con mis propios pasos, por el camino que he seguido en la vida. Las mariposas son coloridas y maravillosas fábulas que nos dicen que cualquiera puede ser una flor, pero no cualquiera puede ser una flor que vuela.
La mayoría de los seres vivos nacemos con las características propias de nuestra especie y no hacemos más que crecer, sin sufrir a lo largo de nuestra vida otro tipo de cambios físicos significativos. Las mariposas, en cambio, nacen con la desventaja de ser unos bichitos gordos, feos, lentos y torpes, absolutamente vulnerables. Si las orugas fueran orugas siempre, su vida se reduciría a arrastrarse y a comer hojitas de árbol, esperando en cualquier momento ser devoradas por algún pájaro voraz (o aplastadas por algún humano inconsciente). Sin embargo no nacieron para arrastrarse hasta el fin de su vida, con un instinto sorprendente en el que los seres humanos deberíamos ver la tenacidad, y la perseverancia, tejen su propia crisálida y después de algunas semanas de letargo emergen de ese capullo convertidas en el hermoso y colorido ser al que están originalmente predestinadas. ¡No existe en toda la naturaleza un ejemplo de transformación más maravilloso ni más bello, ni metáfora más afortunada para ejemplificar una vida como la mía, en la que muchas veces me sentí oruga para pasar después a la etapa de crisálida!...¡Algún día seré mariposa!

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