¿Me parezco a ellos o ellos a mí? Somos silenciosos, noctámbulos, huraños, solitarios, independientes, misteriosos, desconfiados, sigilosos. No puede haber en el mundo compañero más perfecto para un escritor o un misántropo. Mi fascinación por los gatos se remonta a sus historias ancestrales: odiados y perseguidos en la edad media, amados y divinizados en el antiguo Egipto. Lo curioso es que tanta gente los aborrezca sin motivo (de verdad, quienes los odian no tienen una razón lógica ni una manera inteligente de explicarlo) pero que también existan personas que los valoren y los amen, que sepan apreciar sus múltiples cualidades, su belleza, su nobleza, su fidelidad, su peculiar forma de expresar cariño, y por supuesto, su inteligencia. Sin duda la gente que los rechaza es incapaz de ver todo eso y no tolera a los gatos porque no obedecen ni se someten, es decir, porque son rebeldes, y sólo las personas muy inteligentes son capaces de entender y encauzar esa rebeldía.
En lo personal, los amo, me gusta acariciarlos, que se duerman junto a mí, escuchar su ronroneo (me encanta escucharlos ronronear). Quisiera tener muchos en mi casa, llenándola de su enigmática presencia, adornándola con su felina belleza, rodeándola de su misterioso silencio...
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